lunes, 9 de febrero de 2015

POETA ESTIGMA DE PRESENCIAS




Por:José Sánchez Arévalo
San Francisco, Municipio Zamora, estado Aragua


Yo busco, no sé qué busco.
Bajo las estrellas de ayer,
bajo los tiempos pasados, yo busco la intensa luz que glorifico siempre.
Lucian Blaga.



El poeta o la  poeta vive encantado(a), cautivo(a) en luz, sonido y ritmo que resurgen constantes, luminosas y cadenciosas reventando dentro de sí, en imágenes. Esa conmoción deviene en voz, palabra de medium que estremece, que delinque induciendo a delinquir de gozo. La voz de poeta es grito porfiado de la palabra. Grito-verbo que cambia sin cesar de tesitura con timbre personal, agudo o grave según transite en su ejercicio creador a merced del estilo de los fantasmas que lo azoten en el momento crítico de la paridura. Gritos de soledad, destierro, en pos de imagen, de origen, de nacimiento el cual repercute más y más al peregrinar por lo incierto.

En desamparo, a la intemperie de lo inédito, su único recurso será seguir oficiante(a) hacedor(a) intangible, poseso(a) del ser que elucida y transmuta los mitos. Desde cualquier perspectiva planteada, siempre será en búsqueda del embrión, porque su críptica condición es su cordón umbilical incorpóreo, al cual se asirá para transitar por esas distancias inexploradas e inevitables para él y/o ella. De ahí que su gozo-tragedia, su sino, siempre fungirá como alegoría dentro del reino de la cotidianidad de los humanos y las humanas. Ese sino, condición, marca indeleble subyacente de creador(a) le hará deámbulo(a) constante en y por la palabra.

Cantará primero para sí, yéndosele su voz en resonancias tras la perseguida imagen que seguirá halándolo(a), hilo invisible, hacia el umbral, allá, más allá de lo humanamente tenido como natural; inclusive en muchos casos sobrepasando al mito, al engendramiento de lo gutural, del sonido gestándose. Llegado(a) al umbral, traspuesto en otras, cada vez que lo logre sentirá que hay umbrales de umbrales; de ello derivará vocablo de soledad de esos inmensos espacios abiertos que su conciencia registrará, lo cual le sembrará más y más soledad haciéndolo(a) entrópico(a) lleno(a) de armonía. Así será siempre, pero existe el peligro de que al intentar el regreso desvíe la ruta y se quede en territorios engañosos de ambigüedad, de inicuas imágenes, ritmos sin movimiento, sonidos áfonos y colores sin voluntad propia.

El buen poeta o la buena poeta intentará encontrar los senderos verdaderos, no acatará mandatos de falsas sirenas, no las oirá. Aunque no es fácil, elucidará genuinas imágenes, podrá con certeza ubicar la nave que le ha de conducir por la intemporalidad para obtener el tiempo que viene siendo, aunque ya sea ido.

Alterado(a) en su unidad de traslación, heterogenizándose para luego homogenizarse circunstancialmente en imágenes que en espíritu forjado lo(a) vivificarán, sostendrá una descarnada lucha para dejarse a sí mismo(a) y dejar que la palabra emerja tan viva como el espíritu-imagen que la transmuta. Cuando esto suceda, ejercicio o tarea sumamente riesgosa, irá dejando toda una estela dolorosa, desgarrada, proveniente de ¿Su ser? Porque él o ella asume la consciencia de lo vivido, ensoñado(a) en su realidad, o a la inversa. Por esto mismo de la dualidad que lo(a) integra para desintegrarlo(a), tomará de sí, de cada uno(a), el lugar que pretende hacer válido al mismo tiempo, ubicuo.

Dinamizada su circunstancia por obra de su anhelo creador, de su obligado ejercicio de hacedor(a), cada partícula imaginada supondrá un dolor de intenso gozo que supurará energía, hasta reventar en palabra cargada de ritmo y forma. Forjado que así hubo desde el barro tonsurado, el poeta o la poeta querrá y necesitará disponer de más distancia en su peregrinar; cada vez el barro se oscurecerá más a medida que los umbrales atravesados o traspuestos se hagan más lejanos, densos. Por eso es que el  poeta o la poeta aunque no quiera su voluntad, seguirá oyendo, viendo, tocando, sintiendo absolutamente las vastas soledades recorridas, que lo(a) distinguirán por su estado especial, sin proponérselo, del resto de sus congéneres, aislándosele como portavoz de crípticos mensajes; porque eso es él o ella, un(a) desflorador(a) e interpretador(a) de lo desconocido. Con ello surge otra necesidad que lo(a) conmuta: la necesidad de requerirse como ente creativo y razonador(a), alma y espíritu que se contraponen lacerando lo que lo contiene como hombre poeta o mujer poeta, y en muchos casos sufrir catarsis de olvido creador. Sin embargo, su circunstancia no va a cambiar aunque se plantee una resolución de inmovilidad creativa, lo cual le llagará más, porque él o ella no eligió ser: fue “Escogido(a)”. No fue por azar, ni hacerse por ósmosis de alguien a alguien, o de algo a alguien; inevitablemente será poeta. Es un estigma que lo(a) hará perpetuo(a) sufriente gozoso(a); veedor(a) de más allá y más acá, sin que el estigma pueda borrársele, jamás... Como no tiene lo que ama y desconoce qué es, deambulará para encontrarlo, por los confines.


Sitio web de la imagen: http://www.eluniversal.com/arte-y-entretenimiento/140222/hace-75-anos-murio-el-poeta-espanol-antonio-machado

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