Por Oscar Carrasquel
Villa de Cura, estado Aragua
Hoy resulta un buen día,
de cielo fresco y claro...
Bonito el amanecer
para honrar a la madre,
viviente o ya fallecida.
Cuando un montón
de recuerdos y legados,
como tren por una montaña,
por mi mente van cruzando.
Todavía mis ojos la siguen
Inclinada frente a su “Singer”,
Pedaleando su motor,
entre puntada y puntada.
Otras veces,
en una mesa inclinada,
acariciando telas y figurines
de modas.
Procurando el sustento
diario.
En una casita de bahareque,
que olvidar no podría,
los frutos dulces
de la mata de mamón.
Y el fresco olor de su patio.
También rosas y helechos,
en unos potes colgando,
que de manera religiosa
regaban diariamente
sus manos.
Para mi madre, MARIA,
otro mundo no existía,
sino el amor a los hijos,
y de otra gente que le
seguía.
Como una roca adusta,
soportó fuertes sequías.
Supo de tempestades,
de silencios y soledades.
Cuando llegue el final,
y la tierra me de cobijo,
en el cielo la buscaré.
Para llenarla de ternura,
de alegría y de besos.
Con la misma emoción
de un navegante perdido.
Que desde la cubierta del
barco,
la luz del faro divisa.
OeC. Abril 2014
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