domingo, 20 de octubre de 2013

UN DIA NORMAL




Por: María Teresa Fuenmayor T.
Villa de Cura, estado Aragua

     Se hallaban librando una tempestuosa batalla tratando de mantener en pie un matrimonio que se precipitaba al abismo en un descenso vertiginoso plagado de acusaciones mutuas, sospechas, celos, desidia, indiferencia, sentido del nada por la nada...y con dos hermosos hijos -dos varoncitos- atrapados en medio de esas discusiones diarias  con ojos muy abiertos y corazones adoloridos librando su propia lucha interna con sentimientos encontrados donde el amor a papá era antagónico a la lealtad por mamá y el amor por mamá era opuesto a la admiración y respeto por papá.  

     Muy dentro cada niño se atribuía en forma tácita la  culpa de lo que ocurría, lo cual les generaba angustia.  Esta angustia inexpresada se manifestaba como pesadillas, bajo rendimiento escolar, agresividad...

-¡Mamá...!
-¡Otra vez, peleando! ¿Qué les pasa a ustedes? ¡Por qué tan agresivos? Voy a tener qué prohibirles esas comiquitas japonesas que solo tratan de pelea, pelea y pelea! ¡Eso es lo que los pone así! ¡Una semana sin ver TV, jugar Play ni Nintendo...bueno, una semana o hasta que les vea comportándose como verdaderos hermanos!

La pelea cesó en el acto.
-¡Pero...mamá...!

-¡Deja a los muchachos tranquilos! Una semana es demasiado tiempo de castigo. Y, además, eso es normal, todos los hermanos pelean.  No vengas a pagar las frustraciones de tu trabajo con los niños acá. Vayan, pónganse a jugar Play un rato y simplemente no se vuelvan a pelear.
    
      Los chicos se fueron corriendo a la sala, no tanto por sus deseos de jugar Play Station sino, y sobre todo, porque sabían que venía otra pelea y no querían estar en medio.

-Siempre me desautorizas, así no los puedo corregir ¿Cómo es eso de que “es normal” que los hermanos peleen? ¡Que otros lo hagan no quiere decir que sea “normal” o “bueno”! ¿Qué sigue a esto, un “es normal que los jóvenes consuman drogas”?

-No lo hago por desautorizarte 

- No lo haces por eso, pero es lo que logras. Ya estoy harta de esta situación¡Que no tomes en cuenta mi opinión en nada, el dinero que gano sí, y claro, lo que haga cachifeando!
Ay, no, menos mal que mañana me toca viajar, porque a tí quién te soporta.

     Salió dando un portazo.
     Mientras ella se pasó su día libre repitiéndose internamente y con matices diferentes el  a tí quién te soporta, él, por el contrario, lo olvido apenas decirlo, casi antes de decirlo.  Quizá por aquello de que el agresor escribe en agua, el agredido escribe en piedra.
     En la tarde -debido a los fuertes impulsos que la Naturaleza ejerce sobre los hombres jóvenes- regresaría tranquilo, solícito, hasta cariñoso. En la noche, besos ardientes -para él- se deslizarían por una espalda fría y envarada por el repetitivo y continuo recuerdo del  a tí quién te soporta que había amargado -más bien envenenado – su día libre.
   Él no lo tomaría como una normal consecuencia sino como una injusta venganza y en el borde de un abismo entre ambos que cada día se hacía más amplio
haría lo que todo varón cuya formación religiosa y moral le prohiba la traición y el conocimiento científico le cause aprensión acerca de la adquisición de un posible HIV: Recurrir a Manuela.  
     La recurrente compañera de su adolescencia -de la adolescencia de todos- que, en forma intempestiva había regresado a su vida ¿Para quedarse? Y que le traía algún alivio -no total, por supuesto- mezclado con un sentimiento de frustración.
      Regresó a la cama después de haberse duchado y se durmió de inmediato más tranquilo. Ella se quedó despierta casi toda la noche, con los ojos muy abiertos -para nada- en la total oscuridad del cuarto. Se durmió repentinamente -vencida por el cansancio-apenas quince minutos antes que el timbre del despertador le marcara el tiempo de inicio de una nueva jornada.  Ese día sufrirían los empleados a su cargo las explosiones de caracter que le habían valido el mote de “La Vulcano”.  
     Él estaría más tranquilo -sólo un poco más-. Ambos a la espera de que ocurriera algo ¿Un milagro? ¿Un hecho fortuito? ¿Una ofensa imperdonable? Algo que fuera el punto culmen que terminara de mover la balanza hacia un lado o hacia otro para dejar de vivir en una continua semicrisis donde estar en el filo de la navaja era para ellos un día normal.


Sitio web de la imagen: http://ceneme-ceneme000com.blogspot.com/2010_05_01_archive.html


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