sábado, 12 de octubre de 2013

JACUNI Y LAS CURIARAS GIGANTES




Por:Juan Francisco Lara Fernández 
Cagua, estado Aragua
12 de octubre 2013

      Jacuni miró entre las ramas del monte la gigantesca curiara que estaba a unos cincuenta metros de la playa. No podía explicarse su tamaño ni las extrañas lonas que se inflaban con el viento, Jacuni avisó a la gente de la aldea, sin temor ni desconfianza todos fueron a la playa, sabían que en el mar no hay agua dulce, que en el mar da mucha sed por eso llevaban agua en vasijas de barro, también frutas. 

     Se las ofrecieron a los visitantes. Hombres con cabello en el rostro y cuchillos largos que tocaban la arena con sus puntas.

     Uno de ellos, el mas viejo llevaba un extraño bastón que tenia un travesaño en su parte superior, ante el todos los visitantes se postraron. Mucho tiempo después Jacuni se enteraría del nombre de aquel madero.


     Los hombres de cabello en la cara dijeron con señas que venían en paz.
Jacuni no entendió por qué aquellos extraños de la gran curiara, se hicieron dueños de la aldea en menos de tres lunas. No entendió por qué les habían mentido, porque ni Jacuni ni su gente conocían la mentira. 


     No entendió por qué hicieron trabajar a los hombres en la construcción de una fortaleza de troncos hasta morir. Ni pudo comprender que se llevaran a la fuerza a las mujeres para sus tiendas.

     Tiempo después ya esclavizadas todas las tribus de aquella región, algunos aprendieron el idioma de aquellos hombres malos. Entre ellos estaba Jacuni. El bastón que llevaba el hombre viejo, se llamaba cruz. Las grandes curiaras se llamaban Barcos o Naos. Mentir era algo como poner una trampa a un animal del monte. Dios era un dios diferente al sol, al viento y al río. Era un dios de cabellos blancos en la cara y que vivía en las nubes según el hombre viejo del bastón a quien los extranjeros llamaban Padre.

     Jacuni aprendió que el libro grueso que el padre siempre llevaba en sus manos era la historia de aquellos hombres venidos de una tierra lejana. 
     También aprendió que según ese libro, el y su gente no eran mas que demonios, seres terribles que merecían lo que les pasaba.

    Un día murió Jacuni de una paliza creyéndose un terrible demonio del infierno.

     Pero no era así, lo que le habían enseñado era mentira, su espíritu ya libre se fundió con el sol con el aire y con el río .

     Jacuni no era un demonio.

     Fue así como su alma eterna comprendió que los demonios eran los hombres de cabello en el rostro y grandes barcos, con sus cuchillos largos que dibujaban serpientes en la arena. 

     Hoy quedan muy pocos descendientes de Jacuni. Muchos de ellos piensan aun que son demonios. Y celebran con júbilo el día en que vieron las trágicas curiaras gigantes, que traían hombres de cabello en el rostro. Aquellos que nos legaron una cruz para que la usáramos en nosotros mismos. Por los siglos de los siglos. Amén.

                                                        
Sitio web de las imágenes: 
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