Por Oscar Carrasquel
Villa de Cura, estado Aragua
Yo no dejo de evocar mis años de infancia, y tampoco dejo que pasen de largo los momentos emocionantes de la vida. Lo digo porque el relámpago no deja de relumbrar apuradito el crepuscular atardecer del existir.
Me empujan y alientan el alma y gozo que me acompañen en esto los diez nietos que veo en la fotografía. Cada ocasión que la observo es como si estuviese
mirándoles por primera vez.
Hoy por hoy no encuentro cómo expresar el amor hacia ellos. Es un especial
presente de Dios.
Estando en los preparativos de diciembre se presentaron todos por diferentes
senderos, vinieron de variados destinos, pero la verdad es que cualquier día se
aposentan entre las paredes de la casa vieja de familia.
Los muchachos entran al portal de la estancia entre ruidos en la alargada calle.
Ruidos de motos, chirridos de autos y sirenas como de guerra que pasan a cada momento por el frente.
En este diciembre pudieron darse cuenta que en la vecindad no hubo júbilo
solidario para recibir el año nuevo, ni se observaron globos de colores buscando
aterrizar en las nubes, ni el centellar de luces multicolores abarcando todos los
espacios del cielo, cosa que impulsaban todos los años unos asiáticos que viven
más allá de la cuadra.
Cuando se encuentran estos diez Mosqueteros, el silencio abandona las habitaciones y la alegría se instala en los pasillos de la casa. Y se reúnen todos en el patio bajo la sombra de un limonero que ostenta frutos verdes y follaje nuevo.
Los más grandes hacen chistes, reflexionan sobreponiendo anhelos, ríen y hacen
reír, lloran cuando hay que llorar, murmuran como la corriente de un crecido río,
protestan y lo hacen ¡Tan sabroso!
En la foto están los diez primos, con los ojitos bien abiertos los pequeños; y los de más edad, ya pletóricos de conocimientos superiores, "con futuro incierto". Brota por sus labios tiernos.
Andrés Eduardo, Jessica Alejandra, Daniel Jesús, Alexandra Isabel, Ana Isabel, Oscar
Jesús, Javier Eduardo, Isabel Cristina. Y por último Juan Pablo y Ana Sofía, que
recién comienzan a familiarizarse con la vida.
Ahí amontonados como una cantidad de alegres perdices, se ve esta camada de
muchachos de apellido Carrasquel, una imagen que no me canso yo de admirar.
Yo me contagio y les presto demasiada atención, porque toda la historia no ha sido de rosas; algunas veces en la sobremesa, la mente de alguno de ellos se encarga de poner en el paso inexorable del tiempo, con letras doradas, el nombre de su abuela ANA ISABEL y el triste recuerdo de su temprana despedida, porque - como es de suponer - algunos de los más grandes supieron del calor de su regazo, de su infinito amor y fueron muchas las veces que despertaron con su bendición.
Enero de 2015.
FOTO: Cortesía de Milagros Sánchez.
COMENTARIOS:
De: Rafael Rodriguez Galindo
Me gusta mucho, Oscar!!!.Saludos
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