(Relato verídico)
Por: Carmen Muñoz de González
Villa de Cura, estado Aragua
Villa de Cura, estado Aragua
A la memoria de mi tía abuela Esperanza
El amor es el más grande de todos los sentimientos, pero nos puede llevar a la muerte. La contradicción y prejuicios sociales en otras épocas regían las mas viles y atroces normas de convivencia social.
El hombre pudo dominar una máquina y volar como Ícaro, pero no pudo dominar su vida, no. Se dejó arrastrar ante la imposición familiar y llevó entonces toda una vida esa pena amorosa que lo consumía cada día, a cada paso, pidiendo entonces al viento una explicación que no llegó porque lo pasado, pasado quedó.
El hombre pudo dominar una máquina y volar como Ícaro, pero no pudo dominar su vida, no. Se dejó arrastrar ante la imposición familiar y llevó entonces toda una vida esa pena amorosa que lo consumía cada día, a cada paso, pidiendo entonces al viento una explicación que no llegó porque lo pasado, pasado quedó.
En otros tiempos, ser hijo ilegítimo, natural, bastardo, era un cruel delito, imperdonable, que la "justa y bien ponderada sociedad" no perdonaba, y este era el caso de Santiago y Amelia, dos jóvenes mozuelos alegres, tiernos, vivaces, llenos de euforia, llenos de amor, pero marcados por el fiel hierro de ser ella hija ilegítima de una buena dama y un señor casado quien, por designios de la vida misma, no tuvo descendencia en su matrimonio.
Pasaban los amantes el tiempo en verse en la retreta los jueves, las flores de mayo en la iglesia o todo el mes de junio dedicado a la santa devoción del Corazón de Jesús. Novios al fin, sabían mantener vivo su idilio.
¡Qué gran amor! Como en esas novelas que la bella Amelia leía, regalo de su amor, y que eran el fervor de la época: María, Romeo y Julieta o La Dama de las Camelias. Horas interminables deleitándose en ellas, entre el bordado y el suspiro por aquel amor imposible para unos pero posible para ellos. Siendo objeto de escarnio por parte de la familia de Santiago.
El padre de Amelia, Don Evaristo, sentía rabia, dolor, ira, sentimientos encontrados que sólo él podría tener al ver que su hija no era considerada digna de desposarse con el caballero de rango y estirpe sólo por un detalle:¡Ser hija ilegítima! Quizá no llevara dos apellidos, pero era querida y adorada por un padre.
Por una mala racha del destino es sorprendida por su padre en la puerta de su casa estando en compañía del joven y enamorado Santiago. Don Evaristo, hombre soberbio, altivo, reprende a Amelia y le pide que deje al joven presente:
-" No tienes vergüenza! Si ellos no te aceptan, tú tampoco los aceptes!"
Cruce de palabras, sin razón ni explicación ¡Qué tontería! ¡Hija natural, hija ilegítima! Bajo los acordes del silencio, en fúnebre marcha silenciosa se cruzan miradas y los dos amantes se separan.
Ella va a su cuarto. Pasan horas interminables ¡Qué negros pensamientos llenan la mente de Amelia! ¡Qué injusticia! ¡Qué imposibilidad de realizar el casamiento!¡No hay entendimiento!
La mas irracional de las ideas:¡La muerte! No hay salida.
Su padre, dueño de "botica" - como se conocía la farmacia para la época- y ella
conocedora de algunas pócimas. Se la ve pasar por el corredor que va al expendio y al regresar cierra con fuerza la vieja puerta haciendo chillar sus bisagras.
Han pasado algunas horas. Es el llamado a la cena, al compartir familiar. Tres duros toques a la puerta del cuarto. No hay respuesta. Su hermana insiste. Logra abrir. En su cama la dulce Amelia yace despierta contemplando a Jesús crucificado, ese hombre víctima de los prejuicios sociales. A su lado un vaso con unas cuantas gotas, testigo fiel del hecho.
¡Tomó veneno! El más desgarrador grito hace retumbar la casa.
Pasan días hasta que la letal toma hace su efecto. Ya es tarde, todo acabó. Preguntas sin respuestas, explicaciones, arrepentimientos.
Es tarde, se ha destruido la vida de dos seres que se amaron hasta la eternidad misma.
Él nunca se casó. Pasó por la vida arrastrando la pena. Se veía en la puerta sentado, bastón en mano y el cuento para los más jóvenes:
- "Allí está Santiago, a quien se le mató la novia por ser hija natural.
¡Vaya, pues! Si todos éramos naturales, no se había inventado la inseminación artificial ni los niños "probeta"
¡Qué absurdo! ¿Quiénes somos nosotros para ser jueces o inventar una ley a nuestra humanidad?
COMENTARIOS A ESTA ENTRADA:
De: El mundo y su gente
27 de diciembre de 2012 10:18
Muchas gracias por la ocasión de ver este blog, me parece interesante y con bonitas fotos,
De: Voz de Villa de Cura
28 de diciembre de 2012 04:25
Gracias por leer y dejar su huella. Me alegro le haya gustado nuestro "granito de arena" virtual. Un abrazo fraterno, amigo.
Sitio web de la imagen: http://a3msobreelcielo.metroblog.com/morir_de_amor
Muchas gracias por la ocasión de ver este blog, me parece interesante y con bonitas fotos,
ResponderEliminarGracias por leer y dejar su huella. Me alegro le haya gustado nuestro "granito de arena" virtual. Un abrazo fraterno, amigo.
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