(CUENTO)
Autora: Maritza Ruiz Iriarte C.I. 4.114.826
El Toquito, Villa de Cura, estado Aragua
A mi me pasó como a todos, me enamoré desde mi más tierna infancia, y desde allí soñaba a diario con la dueña de mi amor. Cuando mis maestros hablaban del mundo, mi mundo era ella.
Por ella realicé los más fervientes juramentos de amor, juré consagrarle mi vida, juré abandonar todo por ella, mas sin embargo, tan pronto la barba pobló mi rostro me casé con otra.
No sé si para bien o para mal mi relación duró poco. Por lo que de nuevo le dediqué la vida entera a mi primer amor. Abracé la carrera militar y coseché muchos triunfos. Algunas mujeres me miraron sin disgusto, agradecí sus atenciones, pero mi novia de siempre jamás estuvo ausente, a ella dediqué mis aciertos y mis errores.
La impaciencia caracterizó mi fogoso ardor de joven y quise alcanzar mis metas prestamente. Aún río cuando recuerdo mi puño blandiendo en el aire y aquella frase que recorrió mis entrañas hasta explotar en mi boca:
-- ¡Tres siglos de calma no bastan!
Fue justo por aquellos días cuando al calor de las luchas políticas mi primer, único y gran amor llenó como nunca mi vida. Y es que mi cuerpo y mi alma resultaban pequeños para guardar mi adoración. Entonces llegó el día de servir a mi patria realizando una importante y delicada misión:
-- Debe ir a Londres, el mundo tiene que conocer nuestra decisión.
-- ¿Yo? –pregunté con humildad
-- Si, usted. Irá acompañado de López Méndez, pero...
-- Usted dirá, señor, lo escucho
-- Conocemos su gran secreto, en Londres está otro hombre que la ama tanto o igual que usted. No debe verlo. -- sentenciaron.
Mil demonios me acompañaron en el viaje: Dios dame fuerzas para cumplir mis órdenes. Pero una y otra vez un sentimiento extraño, una mezcla de admiración y respeto recorría mi interior. Jamás pensé que un rival despertara esta tormenta en mi alma. Él también la ama, me repetía; él al igual que yo ha emprendido por ella las más osadas empresas.
Mi decisión estaba tomada. Rodilla en tierra, en la noche oscura que llegué a Londres, murmuré con la voz quebrada por una gran y repentina emoción:
-- Perdóname Señor. No me queda más que admirar a este desconocido que la ama tanto como yo. Si ambos somos capaces de morir por ella, el destino debe entrecruzar nuestros caminos. Quizás al mirar los ojos de este hombre se haga más comprensible mi locura. –
Sin dar inicio a la misión encomendada me dirigí a la casa de aquel famoso y extraño hombre, incomprendido en su patria y admirado en el extranjero. Llegué a su puerta, me hice anunciar y luego de una corta espera, oí una emocionada voz a mis espaldas:
-- El joven Bolívar -- Su voz sonó cual trompetas de triunfo.
-- Don Francisco de Miranda --Mi voz se hizo temblorosa y una profunda admiración inundó mi alma.
Y así, se unieron en un primer y eterno abrazo los más sinceros amantes que tuvo aquella hermosa mujer: Libertad Americana.
"Uno de los pasajes que más me ha llamado la atención en nuestra historia, ha sido el viaje que hiciera Bolívar a Londres en compañía de López Méndez, en misión diplomática; para dar a conocer la decisión de Venezuela de convertirse en una nación soberana. En esa oportunidad a Bolívar se le ordenó no visitar a Miranda, ya que era considerado un "revolucionario". Traté de imaginar que pensaba Bolívar, ir a Londres y no ver a Miranda a quién admiraba o incumplir las órdenes expresamente dadas... por esa razón escribí este pequeño cuento, que ahora comparto con ustedes"
Maritza Ruiz
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