Por: Priscila Bolívar de Izzo
Villa de Cura, estado Aragua
Cuando tenía 12 años de edad, visité la capital de Venezuela, la ciudad de Caracas, en compañía de una hermana y mi padre, Aníbal Bolívar, quien iba frecuentemente a Caracas y esa vez fui también yo a conocer. Salí favorecida con la invitación, era la primera vez que viajaba tan lejos.
Nos montamos en el tren en Cagua, llegamos a la ciudad. Después de descansar en una posada cerca de la Casa del Libertador de Gradillas a Sociedad hicimos un recorrido por varios lugares importantes como El Congreso, Salón Elíptico, Casa del Libertador, Panteón Nacional, La Catedral, San Francisco, Santa Capilla y, por último, el Cementerio General del Sur.
Nos trasladábamos en un vehículo llamado tranvía que era como un autobús, pero sin carrocería. En esa época era utilizado también otro vehículo llamado trolebús que funcionaba con electricidad.
El Cementerio General del Sur estaba para ese entonces en muy buenas condiciones: limpio, bien vigilado. Ya dentro del mismo visitamos la tumba de una niña que, según la alegoría sobre la misma, había muerto picada por una serpiente. Luego fuimos a ver la del doctor y poeta maracucho Rincón Calcaño. En su epitafio se podía leer:
Si por mi tumba pasas un día
alza la frente, mira el ciprés.
Verás un ave sobre sus ramas,
habla con ella que mi alma es.
Recuerdo que mi padre me explicaba lo concerniente a cada sitio con lujo de detalles.
Después de tanto tiempo me doy cuenta que visité otras veces Caracas y me gradué en la Escuela Gran Colombia sin volver a esos sitios maravillosos.
Recuerdo con gran cariño a mi Escuela Gran Colombia. Recuerdos del ayer.
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