Por: María Teresa Fuenmayor Tovar
El Toquito, Villa de Cura, estado Aragua
Candy pasaba hambre. Ultimamente la comida escaseaba. Frank traía lo poco que podía comprar con lo poquísimo que le pagaban y ella, después de compartir los alimentos entre Frank, la vianda que se llevaría al trabajo, la abuela, el niño y el perro, se encontraba con unas sobras escasísimas que no alcanzaban a llenar ni la mitad de su estómago. Esto sucedía en el almuerzo. Quedaba algo de comida para cocinar aún, pero si la preparaba para ella no tendría qué repartir a la hora de la cena.
Un día, mientras se quebraba la cabeza tratando de idear qué hacer de merienda para el niño y la abuela, murió de hambre. Nadie lo notó, ni siquiera ella misma. Volátil, transparente, continuaba pegada a la cocina uniendo los quehaceres del desayuno y el almuerzo con los de la merienda y la cena. Lo único que le extrañó - y le alegró- fue notar que ahora no necesitaba comer. Se le hacía más fácil entonces compartir la comida entre todos. Si la hubiesen mirado, su ser etéreo, ausente de corporeidad, les habría hecho darse cuenta de que estaba muerta. Pero sólo la veían para reclamarle cuando a la comida le faltaba azúcar o le sobraba sal y hacía ya mucho tiempo que sazonaba todo con exactitud.
No sé qué pasó con el cadaver de Candy...cuando la conocí, al mudarme a la vieja casa, ya habían fallecido los demás siendo reglamentariamente llorados y enterrados. La vivienda la había comprado mi familia, pero Candy seguía allí, en la cocina, sin enterarse de la desaparición de sus parientes, preparando continuamente guisos que nadie más probaría.
Sitio web de la imagen: http://lacocinadebender.com/2008/fantasma-real/curiosidades-internet/
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