a la abuela Felicia Ceballos +
Salí porque tenía qué comprar
algo.
Me costó abrirme paso
en las calles vacías
por entre la multitud de silencios
que se apretujaba a mi alrededor
y desafiaba al incisivo sol
con sus lacerantes cuchillas de miedo y frío.
Al centro de la avenida
el eco
duplicaba mis paso
un acompañante invisible
se apropiaba de mis pisadas
No me incomodaba el miedo
pero el silencio era ya otra cosa:
un monstruo solitario y contundente
desconocido
acosador
alimentado de miles de ausencias
porque cada rostro que extrañaba
en la soledad
me perseguía desdibujándose
en el recuerdo y la incertidumbre
de si le volvería a ver
Rostros
ausencias
silencios
y luego los ojos
sobre los tapabocas
ansiosos
crispados
temerosos
Al regreso pude dejar el silencio
al lado de la puerta de entrada
junto al atomizador con agua-cloro
para las suelas
Allí permanece
incómodo
reprochándose la mala elección
de seguirme
acá no encuentra
ese temor que es su alimento y sostén
De casa de la vecina de al lado
llega el murmullo en voz de la abuela Felicia
- "...hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo.."
Se siente el cla-cla de las cuentas del rosario
se encoge el silencio junto a mi puerta
se sigue haciendo la voluntad de los hombres
inconscientes
materia suicida
La cuarentena mantiene en sus cubiles
a los terribles depredadores
y la Tierra lucha contra el tiempo
para regenerarse aunque sea un poquito
A hurtadillas tiendo mi mirada
pero el silencio ha desaparecido
enredado e invisibilizado
entre la cascada y fervorosa voz de la anciana
y el sonido de las cuentas de su rosario
María Teresa Fuenmayor, Villa de Cura, Edo. Aragua, Venezuela
Sitio web de la imagen: https://www.elespanol.com/como/coronavirus-sintomas-tratamiento-prevencion/463203950_0.html
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