sábado, 26 de septiembre de 2015

TALLER SABATINO DE TEORÍA Y SOLFEO PARA MAYORES DE 12 AÑOS, ADULTOS Y ADULTOS MAYORES


En el aula A4 del liceo Alberto Smith (Donde tomamos la foto que adorna este aviso), gracias al apoyo del Lic. Moisés Gonzalez quien nos permitiò realizar este taller, comenzaremos el PrÒXIMO SÀBADO 3 DE OCTUBRE  el Taller de Teoría y Solfeo I APRENDER A LEER MÙSICA ES FÀCIL  planificado especialmente para mayores de 12 años, adultos y adultos mayores.

Nos motivó el hecho de que hemos comenzado con buen pie este mismo taller lunes y miércoles de 2 a 3:30 p.m. en la Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca Ezequiel Zamora pero hemos recibido solicitudes de parte de personas que por motivo de trabajo o estudio no puedes realizar esta actividad en dia de semana.

Les vamos al encuentro entonces con este taller sabatino.

CUPO LIMITADO. 

RESERVA DEL MISMO POR TEXTO O LLAMADA
 AL TLF. 0426-115.40.93

DURACIÒN DEL TALLER: 32 horas acadèmicas

FACILITA: Prof. Marìa Teresa Fuenmayor

ENTREGA DE CERTIFICADOS AL FINAL


EL LORITO VIEJO QUE NO SABÍA HABLAR

(Cuento realizado con la finalidad de neutralizar el daño que a la 
población de cierta edad le ha provocado la repetición del
refràn Loro viejo no aprende a hablar -Lo cual es cierto en el caso de los loros pero una mentira contundente en el caso de las personas-.)

Por: María Teresa Fuenmayor T.


                 Lorito Viejo había aprendido –y rápido- el lenguaje de señas. Todos los días practicaba cuando veía el noticiero.  En la parte inferior de la pantalla de la tele había un pequeño recuadro donde una chica de rostro agradable repetía en lenguaje de señas lo que el serio locutor decía acerca de los sucesos nacionales e internacionales.  Y Lorito Viejo comprobaba así cuan adelantado estaba en eso de entender y hacerse entender mediante gestos.
         Pero…¿Por qué no hablaba Lorito Viejo? Ah,  la historia era antiiiigua… Todo comenzó cuando Lorito Viejo era sólo Lorito. En ese entonces sus alas aún no habían crecido lo suficiente  como para poder volar y lo alimentaban con trocitos de pan remojados en leche y convertidos en una deliciosa papilla.  En la jaula de al lado vivía un perico de esos que llaman “cara sucia”  que se daba unos verdaderos banquetes  de dorados granos de maíz y semillas de girasol.  Un día, un granito de maíz  de los que el perico alborotaba cuando comía, saltó hasta la jaula de Lorito quien –ni corto ni perezoso- se lo tragó de un solo bocado.  Su garganta –acostumbrada  como estaba a la suave papilla –se resintió ante la  dureza del maíz. A Lorito le vino un  ataque de tos. De verde pasó a morado y luego a marrón,  atragantado con el duro maíz. Al fin se recuperó cuando el maíz logró terminar su esforzado descenso desde la garganta hasta el estómago, pero ya el mal estaba hecho: estuvo ¡Tres meses! con dolor de garganta y justo ¡justo!  coincidió este tiempo con la época  en que trataban de enseñarle a hablar:
-¡Trúa, Loritoooooo!- Le repetía a cada rato la abuelita que le había recibido como regalo del Día de la Madre con un hermoso lazo colorado al cuello.
-¡Lorito real, me voy para Portugal…trúa!
Lorito trataba pero no le salía ni el “trúa”, sólo conseguía un punzante dolor de garganta cada vez que intentaba hablar.
       Un buen día ambos se dieron por vencidos – tanto Lorito como la abuelita- y en la casa ya no se escuchó más el “Trúa”.
      Ahora, ya más que adulto, quien antes era simplemente Lorito había pasado a ser llamado Lorito Viejo y al fin se comunicaba…mediante el lenguaje de señas.
     El periquito le decía:
-Lorito Viejo ¿Por qué no empleas en aprender a hablar el tiempo que dedicas a estudiar el lenguaje de señas?
 Y Lorito Viejo contestaba con movimiento de dedos y plumas:
-¿Es que no has oído el refrán? ¡Loro viejo no aprende a hablar!
   Un día llegó la abuelita de la calle. La misma abuelita, sólo que con el cabello más cano, la espalda más curva y el paso más lento.  Esta vez traía un brillo nuevo en la mirada un poco opacada por las cataratas:
-¡Voy a aprender a tocar cuatro! –le dijo a su hija - ¡Hay un curso especialmente dedicado a la tercera edad y lo van a impartir en la Biblioteca!
       Periquito enarcó sus emplumadas cejas e hizo un gesto a Lorito quien se afanó con sus deditos y plumas para expresar el consabido “Loro viejo no aprende a hablar”.
      Cuando la abuelita comenzó a dedicar las tardes a cantar con voz cascada pero muy afinada valses, pasajes, joropos, golpes y corríos acompañada por el rítmico y armonioso sonido del cuatro,  Lorito Viejo tuvo que rendirse a la evidencia: los mayores ¡Sí podían aprender!
    Poco a poco y con la entusiasta  e insistente ayuda del perico hizo sus primeros intentos  -después de tanto tiempo-  en esto de aprender a hablar.  Para su sorpresa, su vieja garganta…¡Nunca le dolió!
      Ahora, por las tardes, se escuchan las dos voces –la de la abuelita y la de Lorito Viejo- que, acompañados por el rítmico y armonioso sonido del cuatro que toca la anciana cantan  -en perfecto castellano- valses, pasajes, joropos, golpes y corríos mientras periquito se alegra de que su insistencia haya dado fruto.
   Y colorín colora’o este cuento se ha acaba’o

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