Por: Isidro Tirado
Villa de Cura, estado Aragua
Los rebaños de ganado vacuno permitían a los hispanos no depender de la eventual casería de animales salvajes, seguramente en su visión feudal relacionaban la existencia de amplias sabanas irrigadas por numerosos cursos de agua con la propicia cría de ganado y la siembra de cereales y lo contrario sucedía con los clanes de aborígenes que optaban por permanecer en los bosques de galería, en torno a los ríos y quebradas, para aprovechar la mayor diversidad biológica, establecer conucos, practicar la pesca y velar a los mamíferos que se acercaban a tomar agua. Esto explicaría la presencia de petroglifos en el municipio Zamora en el serpenteante rio del Chino, en la Planta en la costa sur del rio Guárico y las pimpinas fúnebres en el rio Las Cenizas en una zona montañosa y más abajo en Las Minas. Además, los grandes cursos de agua les podían orientar a lugares remotos, por ejemplo el rio Guárico pudo haber servido para hacer el tránsito entre el Orinoco y el lago Tacarigua.
Las tierras de las Indias Occidentales eran entregadas en propiedad o en una especie de concesión hereditaria con posibilidad de venta, pero el rey de Castilla era quien determinaba el tipo de actividad agrícola, ganadera o minera que se practicaría en las tierras adjudicadas, según Carta de las Américas, además, El Vaticano asociado a dicho reino, administraba los tributos y regia buena parte de la vida civil en las nacientes comunidades del Nuevo Continente.
En el siglo XVII, cuando los hatos o haciendas se convertían en caseríos desatendidos de servicios religiosos, solo por orden de un obispo se podían erigir casas llamadas oratorios para actos litúrgicos ocasionales, como fue el caso de Mariara. Si un caserío prosperaba en considerable número de almas, también por prerrogativa de un obispo se procedía a nombrarlo CURATO, antigua denominación de la parroquia eclesiástica con diversidad étnica, caso Maracay, San Juan de los Morros, Camatagua.
En el caso de aquel sitio de cura de 1715 “la actual Villa de Cura”, no se podía erigir como curato pues no contaba con los seiscientos habitantes como si sucedió después con San Juan de los Morros.
En el pleno proceso de crecimiento del sitio de cura el Teniente General Bolívar y Villegas cambió lo que sería el natural destino y precipitó la conversión de aquel caserío en una Villa planificada, ajustada a los requerimientos imperiales, según su escritura: “se hayan plantadas en dicha villa 46 casas. Las treinta de los fundadores y las restantes de los vecinos agregados, casas reales y la otra del cura.” Gramática no muy ortodoxa.
EL NOMBRE DEL RIO CURITA TIENE ALGUNA RELACIÓN CON LOS OTROS RIOS CURA EN EL CENTRO DEL PAIS:
No existe prueba de que el diminutivo perteneciese a un dialecto aborigen, no se reconoce un rio con esa denominación a los terrenos entregados a al conquistador Garci González da Silva para crianza de ganado vacuno, cuando se afirma la tesis de los árboles de aguacate cercanos al rio Curita “que los aborígenes llamaban Curo”, (Historia de Villa de Cura, Botello) hay que considerar lo escrito por Sanoja – Vargas y Peñalver sobre los Arahuacos y Cumanagotos, las dos naciones lingüísticas que ocuparon el centro del país de manera alternativa o simultánea: para la época de la invasión castellana estas culturas todavía no sembraban semillas como los Timotocuicas pero si plantaban estacas de yuca; lo más frecuente en aquel entonces y en esta zona, era que los pájaros propagasen las semillas pequeñas de diversos y distantes lugares, siendo difícil que un ave procesase la semilla de aguacate completa.
El aguacate que conocemos hoy fue traído por los mismos españoles de una zona comprendida entre el sur de México y el norte de Honduras de donde provinieron otros cultivos como cacahuates, frijoles, cacao, ajíes, tomates, el bien ponderado maíz de la cultura maya, así como también los hispánicos trajeron papas del altiplano, café de Colombia, caña de azúcar de las islas del Caribe. En fin, otras especies americanas, mientras experimentaban con sus tradicionales cultivos y los llegados de África y del lejano oriente.
Tratando de hacer un ejercicio hermenéutico sobre lo escrito por Teniente General Bolívar y Villegas: “Las treinta casas de los fundadores y las restantes de los vecinos agregados”, los vecinos no eran agregados ya que ellos conformaban el caserío original. “casas reales y la otra del cura”. Se produjo una fuerte y larga disputa con el cura Cienfuegos de Cagua quien pretendió detener la fundación de la Villa de San Luis de Cura ante autoridades eclesiásticas y reales argumentando su cercanía con la Villa del Caracol de Cagua, la escasez de agua. Bolívar y Villegas defendió su derecho a la fundación alegando una ley que impedía la posesión a los clérigos de tierras en aquella provincia de Caracas. Cuando escribe “la otra del cura”, pudo haberse referido a las otras casas del cura doctrinero Cienfuegos, lo que se puede entender como que el sacerdote fungía de dueño de los terrenos de ese caserío con 16 humildes viviendas y por ello se le popularizó como el sitio de cura.
Nota: Las imágenes son de la hacienda esclavista Cura en san Joaquín de Carabobo.
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