Por: María Teresa Fuenmayor Tovar
El Toquito, Villa de Cura, estado Aragua
Aléxida llegó feliz a casa de su abuela.¡Navidad! ¡La ocasión más alegre para encontrarse con toda la familia! (Las otras ocasiones “grandes” ocurrían cuando alguien fallecía…pero era todo tan aburrido…)
Nada más entrar una mezcla de olores agradables llegó a su nariz: hallacas, pan de jamón, ponche crema, dulce de lechosa, ropa nueva…
Entró corriendo y se lanzó en brazos de “Mamagrande” (Su mamá la había acostumbrado a llamar así a Doña Gume -su nombre era Gumersinda- en lugar de utilizar el común “abuela” para que “no la pusiera vieja”)
Eran siempre los primeros en llegar (una semana antes), por eso participaban en todos los preparativos: la elaboración de las hallacas (Le encantaba ayudar a colocarle “los adornos” y comerse a escondidas unas cuantas pasas en los momentos de descuido de los adultos), acompañar a las tías a realizar las compras de última hora, el ensayo de villancicos y aguinaldos con su tío Ernesto… Este llegaba, cuatro en mano, y organizaba el ensayo. Todas las noches de 7 a 9 ¡Adiós televisión!…Todos en la sala reunidos a ensayar aguinaldos y villancicos tradicionales amén de los nuevos cantos que agregaba el tío, músico autodidacta y compositor, de su propia cosecha.
Tres sonajas hechas con chapas de refrescos , un cuatro y un tambor improvisado con una lata de leche, más la alegría de cada uno eran suficientes para formar “la parranda” . La tía Alicia se encargaba de ir haciendo la lista, organizando así el orden en que se cantarían los villancicos el 24 de Diciembre. Porque esa noche, a las 12 en punto, reunidos todos alrededor del pesebre grandísimo cantaban con gran alegría el Nacimiento del Niño Dios.
Entre las imágenes de María y José, el pesebre que había pasado todo el mes de diciembre vacío, cubierto apenas con un pañuelito blanco era ahora ¡Al fín! soporte para la hermosa imagen del Niño Dios, importada de España, una preciosidad.
Y ese momento de algarabía era, justamente, el que aprovechaba el Niño Jesús para pasar por el cuarto de la abuela y dejar sobre su cama los juguetes para todos los niños presentes.
Cuando concluía el canto del último aguinaldo de la lista todos se apresuraban a ir al cuarto de la abuela. Los pequeños a buscar sus juguetes, los grandes a indicarles cuales les correspondían.
Porque el Niño Jesús jamás dejaba una nota con el nombre del propietario del juguete en cuestión (Claro, era tan chiquito que no sabía escribir) pero los adultos sabían (¿Cómo? ¡Misterio!) lo que correspondía a cada cual.
Este año la sensación fue la muñeca grandísima que el Niño trajo a su prima Brigitte. No sólo era enorme (Le llegaba hasta la cintura) sino que ¡Tenía cabello! Una verdadera melena rubia que le pasaba de los hombros.
Aléxida la miraba extasiada a la vez que observaba a Brigitte con admiración…¡Su prima tenía qué haberse portado super bien todo el año! Aléxida que no era traviesa y más bien tenía fama de tranquila y juiciosa, había recibido del Niño una muñeca pequeña, poco más grande que su mano. Aunque era linda y además abría y cerraba los ojos dependiendo que estuviera de pie o acostada y le gustó mucho, sin embargo, pronto la dejó olvidada sobre el sofá. Mientras los adultos bailaban ella y Brigitte jugaron con la muñeca grande. El resto de sus primos eran varones, así que andaban persiguiéndose, organizando carreras con los carros a control remoto recién estrenados o lanzando fuegos artificiales desde la platabanda de la casa mientras ella y Brigitte peinaban sin cesar a la muñeca y le cambiaban el vestido por otro que había traido “de repuesto”.
Su prima no solo le permitía jugar ella, sino que le dijo que sería la madrina y podría ponerle nombre.
Jugaron hasta que el sueño contenido pudo más que sus deseos de jugar y se quedaron dormidas placidamente abrazadas ambas a Beba, como había decidido Aléxida que se llamaría la muñeca de Brigitte.
Sitio web de la imagen: http://www.soberania.org/Articulos/articulo_4609.htm
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