Miguel despertó y escuchó a sus padres hablando en la cocina:
-" Va a ser una triste Navidad, Julián, este año no tendremos hallacas ni pan de jamón. El pesebre estará oscuro, se dañaron las luces y no va a haber con qué comprar otras nuevas".
-" Mientras tengamos salud, Carmen, hay qué dar gracias a Dios. Los remedios están carísimos".
"Sí. Y los juguetes también...Recuerdo cómo eran mis Navidades cuando estaba chiquita... qué tristeza me da ver a Miguel y saber que las va a vivir de otra manera".
Cuando Miguel se levantó vio que sus padres ya habían "puesto la Navidad" como ellos decían. Habían colocado los adornos de siempre, muy viejos todos, un poco rotos algunos, pero igual se veían bonitos y la casita se notaba diferente.
Papá tenía el rostro cansado y mamá la expresión triste. Sabía que era porque le querían dar juguetes, regalos, comida sabrosa,,, y no podían. No podían brindarle siquiera un helado. El precio de todo aumentaba . El dólar subía y subía. Todos los días subía de precio dos veces, a las nueve de la mañana y a la una de la tarde, y cada noche los comerciantes aumentaban el precio de todas las mercancías. A veces el dolar bajaba, pero los precios que habían subido no, solo esperaban su siguiente subida para continuar en ascenso.
Él también hubiera querido dar regalos a su papá y a su mamá que trabajaban tanto y llegaban tan cansados para encontrarse con que cada día podían comprar menos cosas y de peor calidad. De pronto se le ocurrió una idea y se encerró en su cuarto. Se dedicó a dibujar, pintar, recortar y pegar.
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La noche de Navidad mamá preparó la mesa con el bonito mantel de todos los años. Con los verde y rojos menos vivos que el año anterior pero lleno de dibujos de campanas y rostros sonrientes de Santa Claus por todos lados.
En la mesa debía haber algo dulce, algo salado, algo ácido y algo picante. No debían faltar las frutas. Así - decía su mamá - tendrían suficiente comida todo el año. Aunque el año anterior habían cumplido con todo esto y este año varias veces se habían ido a la cama sin cenar.
La mesa se veía bonita esta noche. Mamá había logrado comprar tres mandarinas y las había puesto en su lugar de honor: el centro de la mesa. Estaban graciosamente colocadas en un pequeño plato de porcelana blanca (el de las ocasiones especiales) adornado artísticamente con hojas de malojillo. En el sartén había hecho una torta con yuca rallada en lugar de harina, un huevo y una ñinguita de azúcar y una hojita de la mata de limón para darle gusto ya que la vainilla estaba muy cara. Tenían, pues, fruta y torta. Y, además, arroz, frijol bayo y unas arepitas hechas con esa harina amarilla (malísima) que su mamá había logrado que se compactara mezclándola con auyama rallada (del pedacito que le había regalado su vecina). Mamá decía que había "amansado" la masa.
A las 11:58 se pararon frente al pesebre. Su papá leyó el relato del nacimiento de Jesús, de un Nuevo Testamento de esos pequeñitos que regalan en los hospitales, luego cantaron juntos "El burrito sabanero", "Sin rencor" y "Noche de paz" y se abrazaron dándose la "Feliz Navidad".
El "brindis" se hizo con té de malojillo sin azúcar (Porque el poquito que quedaba se había gastado en la torta) y luego papá exclamó "¡Al ataque!" y pasaron a la mesa.
Papá puso un CD de Los Jomarcas tratando de contrarrestrar el vocabulario soez que llegaba con forma de reggaeton desde la casa de al lado. Los CDS de Los Tucusitos, Los Turpiales de Aragua y Maracaibo 15 esperaban su turno para dejarse oir.
La emprendieron con mucho apetito con su arroz con frijol y arepas "echándole ojo" a la torta y las mandarinas que eran el plato fuerte esa noche. "Hoy fregamos nosotros" dijo papá al final y mamá dijo algo de que así parecía una cena de cuento.
Cuando terminaron de cenar Miguel les dijo solemnemente que les tenía un regalo a cada uno...y que esperaba que les gustara, aunque, de seguro que útil sí les iba a ser. Y que era un regalo que "no le había costado nada pero...que después sí que le iba costar".
Carmen y Julián se miraron intrigados y su chico entrego una cajita a cada uno. Dos cajas cuadradas no muy simétricas, por cierto, se notaba que las había fabricado él mismo. Estaban forradas ambas con el papel de regalo con que el año anterior le habían envuelto la franela para hacer educación física en la escuela. Miguel aclaró: "Vamos por turno...el año pasado les tocó a ustedes regalarme...este año les regalo yo"
Cada uno abrió su caja y revisó su contenido... parecían ficheros... Estaban llenas de tarjetas hechas a mano en hojas de reciclaje. Eran cupones de intercambio y decían "Período de validez...del 01-01 al 31-12-2021."
Cada caja contenía cincuenta tarjetas con diferentes leyendas. Entre las de la mamá se podían leer cosas como: "Por una fregada después del desayuno", "Para fregar los platos después de almuerzo", "Un fregado después de la cena"... El contenido era distinto en las tarjetas de papá: "Por una bañada del perro", "Por un mandado a una bodega lejos", "Por un mandado a una bodega cerca". En realidad...leer el contenido de las tarjetas era hacer un recorrido por los pequeños deberes que a veces Miguel se negaba a realizar, pero que esta vez ofrecía de propia iniciativa.
"Papá, mamá, la vida está muy dificil y sé que trabajan mucho y a veces no he sido muy bueno este año. Aunque no tengamos hallacas, ni pan de jamón, ni nos sea posible tomar ni un dedito de Ponche Crema... Como la Navidad se trata de celebrar el nacimiento del Niño Jesús y de portarnos bien unos con otros... de mi parte para ustedes...que la Navidad nos dure todo el año".
Se abrazaron los tres y ahora fue papá el que dijo algo de que así parecía una cena de cuento
María Teresa Fuenmayor Tovar (Sayury) Villa de Cura, Edo. Aragua, Venezuela
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