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jueves, 5 de mayo de 2016

CUANDO YO DIGO EL NOMBRE DE AQUILES


                                                             



                                  Por: Oldman Botello                                
 Cronista del municipio Girardot


 Uno tiene tanto qué escribir sobre Aquiles Nazoa y trata de recordar las cosas más sencillas. Tuvimos una amistad nacida cuando yo era un chaval menor de edad. Un afortunado día, debió ser 1963, encontré en una vieja revista Élite una foto de Aquiles de los años cincuenta, la recorte y se la llevé. El personaje estaba residenciado en Villa de Cura, en la calle Páez, en una casa que le facilitó Vinicio Jaén Landa, su amigo y compadre cuando el poeta caraqueño nacido en 1920 cumplía el confinamiento a que lo sometió el régimen de Raúl Leoni por ser comunista, simplemente por eso y por publicar humoradas en el suplemento del diario Clarín, llamado La Pava Macha.

  Ese día cuando llegué a su casa venía a preguntar por su esposa, doña María Laprea Sifontes, apureña de San Fernando, amiga de nuestra familia paterna desde aquella región llanera. Pero ella asistía a clases en la escuela de artes y oficios “Leoncio Martínez”, entonces me le presenté a Aquiles y le entregué la foto. Así comenzó esta amistad que andando el tiempo lo llevó a escribir el prólogo de nuestro libro Historia de Villa de Cura, en su primera edición de 1971, una de las páginas más hermosas que se han escrito a la ciudad del Curita y el Tucutunemo. “Villa de Cura es el pueblo más bonito de Aragua y el más gentil”, escribió. De las paredes de la casa  colgaban obras de arte de pintores famosos del país y máscaras elaboradas con tapara por Mariíta. En oportunidades en que lo visitaba a él y a su hijo Claudio, mi amigo, me topaba con otros visitantes: su hermano Aníbal, Ludovico Silva, Alirio Palacios, entre otros que recuerdo.

   Una vez nos invitó al fotógrafo José Girlando y a mí a recorrer la calle Miranda, en el casco central de la ciudad y nos iba explicando detalles, como por ejemplo, la base de un farol antiguo en la casona que es hoy sede del museo “Inocencio Utrera”. Nos decía que era de un farol que alumbraba con carburo y otros componentes. En la casa diagonal con esta, donde funcionó el liceo Alberto Smith y la Inspectoría de Tránsito nos explicaba algunas cosas de su arquitectura y disposición estructural. Cuando regresábamos a la casa, la de Vinicio Jáen, le manifesté que publicaban las fotos de su libro Caracas física y espiritual, que escribió íntegra en Villa de Cura, pensando en su ciudad natal en 1966, pero no indicaban la procedencia de la foto y nos respondió “Es que ese libro lo tienen como la puta del pueblo, todos usan las fotos y nadie refiere autor o procedencia”.

  Hombre solidario, nos refería Claudio Nazoa cuando viajábamos juntos a Güigüe un domingo, que un día Aquiles vio a una patrulla adonde trataban de introducir a golpes a un niño a la “jaula”. Aquiles montó en cólera, les dijo cuatro cosas a aquellos gorilas, bajó al niño y se introdujo él en la patrulla para que se lo llevaran. Un gesto inaudito y solidario. En otra ocasión, de noche, fuimos con José Girlando a visitarlo y encontramos a Aquiles en su estudio dándole golpes a un proyector cinematográfico de 8 milímetros. Y nos dijo que él y ese aparato nunca lograban ponerse de acuerdo. Simplemente, Aquiles no podía enhebrar la cinta en el carrete y nuestro recordado compañero Girlando lo hizo en un santiamén. Aquiles regresó a Caracas cuando vino el Gobierno de Rafael Caldera, pero no dejaba de visitar a La Villa en cada oportunidad, especialmente en las peregrinaciones a la Virgen de Lourdes que filmaba y fotografiaba y además, traía invitados de Caracas a presenciar la celebración religiosa. Uno de los primeros homenajes que se le rindieron luego de su muerte fue en Villa de Cura, precisamente en el Museo Inocencio Utrera en su antigua sede de la calle Bolívar y donde se exhibió un paltó que su esposa regaló a Vinicio Jaén Landa.

    Son cuarenta años de su trágica partida. En plena plaza Bolívar de la Caracas abrileña se velaron sus restos y uno de los más asiduos protagonistas de sus humoradas en La Pava Macha, el presidente Pérez, lo condecoró. Son cuarenta años de recuerdos que atesoramos y continuamos con la amistad fervorosa con su viuda doña María Laprea Sifontes de Nazoa y sus hijos Claudio, Mario y   Sergio, también trágicamente fallecido y a quien llamábamos Cachirulo. Aquiles que la tierra te sea leve “y mi elegía, un poquito más leve todavía”.


                           


 Oldmanbotello@hotmail.com


Sitio web de la imagen: http://aquilesnazoa.webcindario.com/

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