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sábado, 14 de marzo de 2015

ARMANDO TREMARIA, UN ARBOL QUE CAMINA


                          

                                                             



                                       
 Por  Oscar Carrasquel
                                                     Villa de Cura, estado Aragua

 


TREMARIA, así a secas, es como se le conoce en todos los ámbitos.
flaco y estirado
y la piel como  el barniz de un árbol quemado;
los pies llanos de tanto  transitarse solitario,
 la calle El Cementerio de La Villa.

Secas como  un rio agreste las cuencas de sus ojos,
carga en su mano una varita erguida  apuñada entre los dedos,
agitándola como si fuese el péndulo de una brújula
que busca direccionar un horizonte extraviado.

 La varita le va diciendo la verdad de la rutina cotidiana,
con la vara va tanteando el borde de la acera
y tocando, arriba y abajo, los postes de la luz.
El hombre se abre paso por el claro de la avenida
 entre algunos transeúntes que lo miran con ojos angustiados.

TREMARIA,  no mira con el brillo de sus ojos
pero  ve todo con los ojos del alma.

Natural de Santa Ana de Anzoátegui, 
muchos años hacen que resolvió fijar residencia en Villa de Cura.
El barrio Las Tablitas se convirtió en su principal querencia.

Ayer fue un niño en plenitud
que en su pueblo natal asistía a la escuela pública,
que se divertía igual que cualquier pequeño de su terruño.

Siendo un adolescente, practicó pelota en su tierra oriental,
y por muchos años, fue árbitro de béisbol menor en la liga zamorana,
y  luego fue entrenador en serio  de esa disciplina deportiva.

Hecho un hombre,  se enfrentó a la vida en las buenas y las malas;
cuántas veces anduvo rondando carreteras sentado frente a un volante.

Golpe duro cuando siente perder el contacto visual con el paisaje
como  barco de la noche que pierde la luz del faro.
Por las mañanas y en las tardes lo vemos pasar
taconeando el medio de la acera y contando las esquinas.
Risueño, silbando canciones románticas por lo ancho de la cuadra.

Cortos sus pasos, lentamente pero sin fatiga,
apostando  a ganar a la  lotería.

 Algún día oyó  predicar a un evangelista de la calle:
 ¡Hermano!, en cualquier curva del camino puedes conseguirte con JESUS
para que toque tus pupilas con la punta de sus dedos,
y  pueda preguntarte:
¿Qué ves?
Y  consiga de tus labios la anhelada respuesta:
“Veo los árboles que caminan”.


Cuando él se hace  eco de  esta lección
 el mundo se le llena de esperanzas
y  de los  sueños que sustentaron toda su vida de caminante.

OeC/ marzo 2015





















Sitio web de la imagen de Jesús sanando al ciego: http://jesusesfielconmigo.blogspot.com/2011/09/jesus-sana-un-ciego-de-nacimiento.html

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