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viernes, 19 de septiembre de 2014

ALMA LLANERA, UNIVERSAL Y CENTENARIA
































 Por: Rafael Marrón González
Artículo tomado de la versión virtual del Correo del Caroní

Las paradojas surgieron desde el origen: se estrenó como zarzuela, pero de ella sobrevivió una parte, el joropo que hoy todo mundo conoce; el compositor de su letra, Rafael Bolívar Coronado, abominó de ella al punto de tildarla de adefesio e, incluso, tuvo el aplauso de Juan Vicente Gómez, a quien luego, a la distancia, el escritor combatió.
Sin embargo, nada de ello coartó el ascenso que, hasta hoy, un siglo después de que se estrenara, ha tenido Alma Llanera, la pieza de la que Rafael Marrón González, en su trabajo especial para esta fecha, destaca su universalidad por “brotar de repente, cuando menos se espera”. A Bolívar Coronado y al padre del ritmo que la inmortalizó, Pedro Elías Gutiérrez, están dedicados los trabajos del historiador.
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Hoy 19 de septiembre de 2014 se cumplen 100 años de la primera presentación de la zarzuela Alma Llanera, cuya protagonista interpretó la canción que se convertiría en nuestro Segundo Himno Nacional, realizada en el Teatro Caracas el sábado 19 de septiembre de 1914 a las 8 de la noche.
En realidad, y quizá muchos se sorprendan, la música de Alma Llanera es una adaptación que el Maestro Pedro Elías Gutiérrez realizó del vals “Marisela” de Sebastián Díaz Peña, pero es Gutiérrez quien recibe el crédito de haber lanzado una pieza musical cuya popularidad la ha convertido en uno de los símbolos musicales de Venezuela.

Que Caremis nos cuente la historia de Alma Llanera

El 15 de febrero de 2004 falleció en Caracas, ciudad donde había nacido el 14 de marzo de 1924, Carlos Eduardo Misle, “Caremis”, quien dedicara su vida a estudiar y contar la historia menuda, que es lo que se llama “acervo histórico”, de esta noble capital de la que fue su cronista hasta su muerte. Escritor, Periodista y Diplomático, especialista en historia de Caracas, cultivó también la crónica taurina. Permitamos que sea este maestro de la crónica quien nos narre lo que sucedió aquella noche de hace 100 años, cuando se estrenó Alma Llanera: “En el Teatro Caracas, inaugurado en 1854, nunca se había visto nada igual como lo que presenciaron los parroquianos, cinco años antes de que el venerable coliseo lo destruyera un incendio. Y jamás había oído nada tan emocionante un país que no llegaba a los dos millones y medio de habitantes. Pasarían seis años en la popularidad creciente del joropo “Alma Llanera” para que, en el censo de 1920, Venezuela alcanzara la cifra oficial de 2.479.525 habitantes y Caracas 92.212. El estreno de “Alma Llanera” -zarzuela en un acto- constituía un atractivo más en las tandas del Teatro Caracas, el “viejo y querido Coliseo de Veroes”, en el decir de la crítica y en el sentir de los caraqueños. No solamente se estrenaba una zarzuela nacional con “escenas de la vida de las sabanas venezolanas a las riberas del Arauca” -como decía una gacetilla del día- sino que la obra estaba avalada por firmas populares. Dos personajes conocidos y con ambiente en la capital: Bolívar Coronado, de amplia labor periodística, y el maestro Gutiérrez, con su amplio prestigio de compositor y su brillante batuta, tan famosa en los conciertos o retretas así como en actos protocolares al frente de la Banda Marcial, de tan sonora actuación en los fastuosos festejos del Centenario, en 1911. Además, corría una “bola”, de esas de toda índole que jamás han faltado en Caracas. Corría sobre algo “que no estaba en el programa” y que resultaría noticia cierta, evidente, en medio de la función: -La obra tiene un joropo y de seguro que lo baila Mamerto: el “negro” Mamerto. Era Mamerto un criollo refistolero, lo que se dice pimientoso, “más alegre que un cascabel”, según ciudadanos de la época, coterráneos y contemporáneos que no le olvidan chanzas ni andanzas, ni su chispa venezolanísima de pies, ojos y lengua. ¡Ah, Mamerto!

El reparto de Alma Llanera

La interpretación de “Alma Llanera” estuvo a cargo de la compañía española de Matilde Rueda, cuyo nombre resaltaba en las marquesinas del Caracas y gozaba de mucho prestigio en Venezuela. La primera actriz y directora de este elenco debe haber estado muy en su papel, pues Bolívar Coronado cuando editó la obra, al año siguiente, (Tipografía Americana, 1915) le firmó esta dedicatoria: “A Matilde Rueda, que de tan humilde opúsculo ha hecho una llamarada de exaltación y ensueño”. Los primeros actores nacionales Jesús izquierdo (1881-1937) y Rafael Guinand (1881-1957) destacaron en el reparto del estreno, que la calidad del joropo haría histórico. Ellos no tendrían problemas sino todo lo contrario con el criollismo de la obra: estarían en su elemento cabal. Y admirarían seguramente la adaptación de los artistas españoles ante música y libreto vernáculos, algo caprichoso éste e inspiradísima aquella.

El polvo que levantó el joropo la noche de su estreno en las tablas históricas y caraqueñísimas del Teatro Caracas, se extendió como las sucesivas polvaredas de las veces que lo bailó Mamerto y las incontables que lo disfrutó todo el mundo en los arroces de San José y San Juan. Por ese camino de la popularidad plena, capitalina y nacional, vino la consagración en las retretas de la Plaza Bolívar caraqueña y una costumbre infalible: que “Alma Llanera” se utilizara como broche de oro para funciones, conciertos y fiestas. Hasta en los bailes de la Casa Amarilla.

El gran joropo había nacido en el corazón de aquel libreto que a peninsulares y canarios y a criollazos como Guinand e Izquierdito, hacía pronunciar con acento llanerísimo parlamentos como estos de un diálogo de Enriqueta y Rita, la trágica heroína:

-¡Jesús muchacha! Parece que nunca has dío a un joropo! ¡Se vuelven locas las muchachas de ahora por esos bochinches! 
-Lo mismo sería usté!
 -¡Calla la jeta, grosera! 

Expresiones como la de “más seco que tasajo de chigüire en Semana Santa” y “sacar el verraco que se quedó atascao en la jorqueta” abundan en el curso de la zarzuela, que algunas veces hereda cierto tonito andaluz como en los términos señá, barquiná, jojana y en muchos giros de conversación. Eso sí: entremezclados estos con vocablos, modismos y refranes requetecriollísimos, como confiscás y confiscaos, barajo, espaviento, nariciao, “más pesao que una vaca torrealbera” o hace más bulla que “un pichón de guaca”.

Rafael Bolívar Coronado iniciaba su “Alma llanera” con la representación de “una casa en un camino real de las pampas de Apure”. Al levantarse el telón en medio de esas pampas, aparecía Casilda “distraída y cantando por la puerta del fondo”: -Anoche a la media noche,/ a media noche sería,/ los gallos que menudeaban y yo que me despedía. Entre esta aparición de Casilda, muchacha de servicio, que sirve de correvedile a Rita, la niña de la casa y a Cubito, su enamorado, hay un argumento saturado de pasiones y personajes. Se cierra con la muerte de Miguel, un peón de la casa que, lleno de celos y loco de amor por Rita, se interponía a Cubito, quien lo despacha de una sola puñalada. Rita, presente en la tragedia, le dice a Cubito que huya.

 Cuando llegan familiares y curiosos al lugar, dice que ella mató a Miguel. Así cae el telón, con una Rita desmelenada y enloquecida, tan distinta a la que poco antes decía entre risas y rubores a quienes le pedían que cantara: -¡Jesús con ustedes, ahorita no canto ná! Tan distinta a la que por tanta insistencia tomaba, al fin, la guitarra que Miguel le traía. -¡Aquí tá, voz de flauta encantadora! Era entonces cuando “la cosa se ponía de oro”, cuando la protagonista cantaba lo que se ha hecho tan famoso desde aquel estreno en la esquina de Veroes: “Yo nací en esta ribera/ del Arauca vibrador/ soy hermana de la espuma/ de las garzas, de las rosas/ y del Sol, y del Sol. Me arrulló la viva diana/ de la brisa en el palmar/ y por eso tengo el alma/ como el alma primorosa/ del cristal, del cristal. Amo, lloro, canto, sueño/ con claveles de pasión/ para ornar las rubias crines/ al potro de mi amador. Yo nací en esta ribera/ del Arauca vibrador/ soy hermana de la espuma/ de las garzas, de las rosas/ y del Sol, y del Sol”.

Un joropo por el mundo

Muchas cosas han cambiado o las ha devorado el tiempo. Otras se esfumaron como la zarzuela “Alma Llanera”. De ella solo queda tan perdurable como prestigioso y cada vez con más extendida fama, el nombre de aquella obra, el título del más resonante y universal de los joropos.

El “papá de los joropos” como dice la gente con sus calificativos tan espontáneos como consagratorios. ¡El señor joropo! Su calidad y su gracia lo han llevado día a día a través de tantos años a la más desbordante, definitiva y creciente popularidad. Tanta que hasta se llama “el segundo himno”. Hace mucho tiempo conquistó este lauro de la expresión popular. Ganado a pulso de ejecuciones a través de la infinidad de veces que se ha tocado desde aquella noche de 1914.
 Desde la esquina de Veroes, donde alzaba el Teatro Caracas su alegría de sala favorita e inolvidable de los caraqueños, desde las cuatro esquinas rebosantes de historia en la Plaza Bolívar, el joropo “Alma Llanera” empezó a caminar hacia todos los horizontes de la patria y el mundo. A unos pasos de la estatua cimentó su proyección y su fama, cuando ese corazón, pulso y huella de Caracas que es la plaza, constituía un auténtico rendez-vouz de requiebros, madrigales, bellas y galanes, retratado así en versos de ese poeta caraqueño que fue bohemio y sacerdote: Carlos Borques: “De damas hermosas, el grupo festivo penetra en la plaza que cubre un dosel de luz, y galante sofrena el altivo jinete de bronce su bravo corcel”.

 De Venezuela pasó a América y del continente al mundo, como pasó de la pianola y el organillo a los primeros discos ortofónicos y hoy anda de lo más orondo -vivo y alegre como nunca- en antologías nacionales y extranjeras, interpretado por las mejores orquestas del mundo. Las andanzas universales de este joropo han hecho que se conozca bajo los más diversos cielos. Así, esta música alegre y hermosa que emociona y ahonda ha originado nostálgicas o eufóricas emociones a venezolanos que la han encontrado entre Estocolmo y Buenos Aires, entre San Francisco y Damasco. Porque “Alma Llanera” tiene además esa virtud: brota de repente, cuando menos se espera. A ello se debe su carta de universalidad. En otros casos a delicadezas de anfitriones, “maitres” o “barmen” que para nosotros los venezolanos tan viajeros como el mismo joropo- tienen un disco a mano, un pianista a la orden o una insinuación a la orquesta: -Por favor: para los señores, que son venezolanos: ¡Alma Llanera!




Vínculos:
http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/bolivar-coronado-escribio-alma-llanera-inspirado-viajeros-que-pasaron-por-aragua/
http://amiguitoenlinea.blogspot.com/2014/03/pedro-elias-gutierrez-padre-del-alma.html

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