Por: Oscar Carrasquel
Villa de Cura, estado Aragua
Yo, cada día,
cuando las manecillas
de mi reloj
señalan la hora de mediodía.
Como venido del sol,
veo detenerse en la calle,
la figura típica de un vendedor.
Entregando por donde pasa
(para ganarse la vida)
raciones de chicha helada.
La chicha criolla y cremosa
bajo una sombrilla de playa,
Con dos latas alineadas
en su bicicleta adaptadas.
Yo, fácilmente lo identifico,
oyendo el poderoso estirón
de una corneta de pera
que hace sonar a millón.
Con facilidad lo retrato,
sirviendo el delicioso carato.
Y con alborozo le llega
una cantidad de muchachos.
Como si abarcar quisieran
al cielo con tantos brazos.
El caballero en detalle,
Cubierto de batalón blanco,
se me pierde pedaleando
por el largo de la calle.
Aturdido de sol.
Enamorado más de la vida
y de su cotidiana labor.
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