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jueves, 20 de febrero de 2014

LA SEÑORA QUE CUENTA AMANECERES




Por: Lic. Romer Pérez
Valles de Tucutunemo, Villa de Cura, estado Aragua

     Tenía la figura menuda, sus pequeños ojos miraban con la sabiduría de los que conversan con el padre tiempo y su voz poseía la firmeza de los cañones con los que riegan su cosecha los campesinos de mi pueblo. Todo en ella inspiraba respeto, su risa, su estampa, sus silencios. Con el pasar de los años su piel tomó la forma de los manuscritos del infinito y su marcado rostro se asemejaba a la sinfonía de colores con los que el sol y el cielo pincelan los amaneceres con los que despierta el “Valle de Tucutunemo”, pero marcados en tonos que solo los que la conocieron pudieron percibir y los que la quisieron pudieron apreciar. Su amado, se marchó en silencio al agonizar la tarde, cuando el rápido aletear de un colibrí vino a recoger su último aliento y a conducir sus pasos por los caminos de la eternidad… desde ese día ella se aferró a los amaneceres, sentada en el pequeño porche, fumando un cigarrillo y abrazando el recuerdo de su compañero de sueños.

     Allí la descubrí una mañana, acomodada en su mueble de mimbre, con los brazos en su regazo y la toalla en su cuello mordiendo el frío de la madrugada, tenía la mirada en el horizonte mientras la luna recogía las últimas sombras de la noche y el sol daba sus primeros pininos sobre la cresta verde-gris de los cerros taciturnos… entonces, comencé a sospechar que ella contaba amaneceres.

     En muchas ocasiones, al despuntar el día, pude observar desde mi ventana la conocida silueta en su posición habitual… y la luna, cómplice silenciosa, guardando su secreto se escondía en el firmamento para ignorar la interrogante que se dibujaba en mis ojos… pues yo, seguía pensando que ella sabía que esa señora vivía para contar los amaneceres del pequeño pueblo.

     Hace algún tiempo dejó de salir a esperar los amaneceres, parece que los dedos del tabaco incrustaron trozos de nicotina en sus cansados pulmones y las continuas asfixias cercenaron su derecho al oxigeno que nos da la vida… su cuerpo, más encorvado que de costumbre, fue perdiendo las ganas de levantarse en las madrugadas a esperar la sonrisa del astro rey, la luna afligida recogía las sombras con desgano y el sol asomaba su faz con una tristeza infinita, pues al treparse en el firmamento no podía ver a la señora que contaba los amanecer.

     Esta tarde regresamos del pequeño cementerio… allá, recostada en la falda de la colina dejamos su menudo cuerpo… recto y sereno, firme y silencioso, pero estoy seguro que a partir de mañana volverán de nuevo los hermosos amaneceres al Valle, pues aunque no esté en su mueble de mimbre, con la toalla al cuello que mordía el frío matutino y la mirada en el horizonte, estará sentada en el infinito, calmada y sonriente, con los brazos en su regazo y con la cabeza apoyada en el hombro de su compañero de sueños contando los amaneceres que nos faltan por ver a cada uno de los que la conocimos y que escogimos por hogar el cobijo de este hermoso valle… ella siempre será para mí: “la señora que cuenta los amaneceres”.

Sitio web de la imagen: http://letraskiltras.ning.com/profiles/blogs/e-n-amanecer

1 comentario:

  1. Esta bastante cargado de sentimientos. Parece algo que podría recitarse con una buena pieza de piano en el fondo. Saludos a La gente de Villa de cura y a VILLA 95.3 FM. Bastante bueno el articulo!

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