Gotty tomó conciencia de su existencia una mañana de junio. Nació rodeada de colores hermosos, tonos pasteles, tan hermosos como difusos y etéreos, en lo que mucho tiempo después supo que se llamaba “arcoiris”
Gotty se sentía feliz, se movía suavemente a impulsos de la brisa y tenía una seguridad interna de ser alguien útil, importante, que aportaría muchos beneficios a la Humanidad.
De pronto la brisa se hizo más fuerte y la arrastró dentro de una nube oscura dónde se apretujaban muchas gotitas parecidas a ella. Supo que eran sus hermanas.
Una gota más bien gruesa se paseaba con el ceño fruncido dando instrucciones de acá para allá. Notó la presencia de Gotty:
-Hey, tú ¿Eres nueva?
-Sí.
-Bueno, estamos a punto de caer en forma de lluvia. Antes esto era de mucho beneficio para la agricultura, pero, lamentablemente, por la inconciencia de los humanos, el aire está lleno de sustancias tóxicas, las arrastraremos al caer convirtiéndonos en un agente contaminante sin querer. Amiga, te presento a ¡La Lluvia Ácida!
Gotty observó detenidamente a sus hermanas. Ninguna era cristalina como sus compañeras del arcoiris, estas eran gotas turbias, y se dio cuenta que poco a poco ella también se estaba poniendo oscura, turbia, sucia.
De pronto se pusieron en movimiento y cayeron en forma acelerada en dirección a la tierra. Unas llegaron hasta la tierra y desaparecieron en su interior, otras quedaron sobre las hojas de los árboles y luego se escurrieron hasta el suelo. Ella cayó directamente sobre el asfalto y quedó atrapada en una depresión del mismo junto a varias de sus hermanas.
Pronto cayeron todas, cesó de llover y salió el sol. Al poco rato muchas de sus hermanas se evaporaron y subieron hacia el cielo, transparentes, convertidas en gas, como si el sol las atrajera hacia sí:
-Adiós, adiós.
Se despedían con alegría de las que aún quedaban en el suelo, ansiosas de nuevas aventuras. Gotty, muy unida a otro grupo de gotitas se unió con ellas para formar un charquito el cual fue pronto descubierto por tres niños de pies ágiles y cabellos ensortijados que se divirtieron un buen rato chapoteando en él con sus pies descalzos. Pronto sus hermanitas se evaporaron también y quedó sola Gotty. Se sintió triste y abandonada y tuvo miedo y les gritó a los niños:
-¡Auxilio, llévenme con mis hermanas, no quiero seguir en este sucio suelo!
Los niños escucharon la aguda vocecita y no viendo a nadie cerca se fueron corriendo asustados gritando:
-¡Un fantasma!
Pero Vicentico, quien no creía en fantasmas y era un niño muy curioso, se quedó parado escuchando pues deseaba saber quién les había hablado.
Gotty volvió a gritar:
-¡Auxilio, llévenme con mis hermanas, no quiero seguir en este sucio suelo!
Vicentico, sorprendido, descubrió que era una gotita de agua la que hablaba y se arrodilló y acercó su oído para poder escucharla mejor:
-Niño, por favor, llévame dónde se fueron todas mis hermanas…ellas se evaporaron…quizá estén formando otro arcoiris o disfrutando del movimiento de la brisa, mientras yo estoy acá pegada del sucio asfalto.
-No me digas “niño”, me llamo Vicentico, no te preocupes, yo te ayudaré.
-Bien, gracias, yo me llamo Gotty.
Vicentico tomó a Gotty en la punta de su dedo índice y la llevó a una quebrada cercana:
-Allí hay muchas hermanas tuyas
-Sí, pero también muchos potes plásticos, papeles, pedazos de metal oxidados, qué horrible ¿Quién hizo eso?
-La humanidad
-Ah, sí, ya me la mencionaron, por lo de la lluvia ácida. No, yo quiero ir a un sitio dónde mis hermanas sean cristalinas y alegres.
-Mmmm, te llevaré a un río.
Después de un largo camino, desde la orilla, los dos observaron con tristezas el agua no turbia sino completamente negra del río Guaire. Vicentico no habló y Gotty cerró los ojos porque le daba tristeza ver a sus hermanitas en ese estado.
Vicentico tomó un bus hacia la Guaira llevando consigo a Gotty acurrucada dentro de su cartera, se había quedado dormida.
-Mira, Gotty, es el mar, observa cuán grande es.
Gotty quedó asombrada ante los millones de hermanitas suyas que formaban esa gran masa que Vicentico había llamado “mar”.
-Aquí sí estaré feliz, por acá como que no ha pasado esa criatura destructora que llaman “humanidad”.
Se puso a conversar con sus hermanitas en la orilla y luego dijo con tristeza a Vicentico:
-Humanidad ya pasó por acá. Las tuberías de aguas negras de las casas y hoteles desaguan en el mar y me dice mi hermanita que mucho más allá hay grandes manchas de algo que llaman petróleo que contamina las aguas y mata los animales, también me dijo que flotan muchos bolsas y potes plásticos que hacen que el agua se caliente mucho y hacen morir el plancton y que cuando no quede más plancton morirán todos los animales del mar. Ya me imagino a esa criatura que llaman humanidad…debe ser un monstruo horrible, de feo color, de grandes tentáculos y maloliente ¿Lo conoces, es así?
-No es una criatura, es toda una especie…y yo pertenezco a ella, pero no me porto así. Me he propuesto colaborar en la conservación del agua, del medio ambiente y de todas las especies vivas, por eso te ayudé a ti.
-Vicentico, tuve suerte entonces de conocerte a ti y no a esa parte mala de la humanidad.
-Sí, Gotty, entra en el mar, quédate en la parte limpia, vendré a visitarte cuando pueda y espero que un día no solo algunos sino todos los miembros de la Humanidad entiendan lo importante que es para la vida de todos conservar el agua en buen estado y hacer lo mismo con todo el medio ambiente.
-Adiós, Vicentico, yo también tengo esa esperanza, mientras haya niños como tú será posible un futuro mejor.
Y así se separaron por un tiempo Gotty, la gotita viajera y su recién adquirido amigo Vicentico.
María Teresa Fuenmayor, Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela
